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viernes, 16 de enero de 2015

VIVA SAN ANTÓN





Hoy 17 de enero de 2015, justo se cumplen 50 años de la llegada de mi familia y yo con ellos a Vilafranca del Penedés, en aquella ciudad se celebraba la fiesta de San Antón, patrón de los animales, en Don Benito nunca había oído hablar de tal fiesta, yo tenia 20 años recién cumplidos y una larga etapa de mi vida que se prolongo cuatro décadas se iniciaba.
Pero hoy no quiero hablar de eso. Ayer viernes con mi coche, llevamos a Cabeza del Buey a Lola, la pareja de Manuel, que conducía el vehículo estrenando su reciente carné de conducir. Dejamos a Lola con su familia y después de comernos unas tostas de jamón y rico queso de oveja, nos dirigimos por un paisaje privilegiado cruzando la cola del pantano de La Serena hasta Puebla de Alcocer con roquero castillo y el caserío derramado a la falda de la sierra. Una parada para cambiar el agua al canario y tomar un poleo-menta y continuamos hacia Navalvillar de Pela.


Hacia tiempo que tenia ganas de ver las carreras de caballos que con merecida fama, se celebran la tarde-noche del 16 de enero víspera de la festividad de San Antón, patrón de Navalvillar de Pela. Puntualmente a las 5,30 de la tarde comenzo la vendición de animales, con la presencia de la muda imagen del Santo barón y tres sacerdotes que enarbolando sendos guisopos, casi duchavan a los animales y acompañantes que iban pasando: todo tipo de pajaros, perros de variadas razas y algún gato.


Luego pasaron los cuadrupedos; hermosos caballos con los jinetes y las amazonas, yeguas, mulos y asnos; el ambiente se iba animando al grito de los mozos y mozas de : Que Viva San Antón!!! que coreaba el numeroso público presente.


Sobre las 20 horas la recoleta Plaza del Ayuntamiento, se lleno de público y jinetes y amazonas espectante a que la "pregonera" diera el pistoletazo de comienzo de las carreras por un circuito del casco antiguo iluminado con el calor de múltiples hogueras y la gastronómica y agradable acogida de los gañotes enmielados y el vinillo de pitarra, que generosamente se nos ofrecía a los visitantes cada 20 metros por las familias y vecinos que habían organizado cada hoguera, sencillamente increíble tanta hospitalidad y buen rollo, que dicen los jóvenes.


Tres vueltas al circuito, según manda la tradición, del más de un centenar de caballerías, en una genuina y colorista fiesta singularmente peculiar, que bien merece un desplazamiento desde cualquier punto de Extremadura, un derroche de buena acogida a todo el público asistente, en un enclave urbano de vetustas Casas Solariegas reformadas, que ofrecen a sus actuales propietarios una excelente y confortable calidad de vida.

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